Cánones de belleza

 

Los cánones o patrones de belleza, variables y pasajeros, han respondido a motivos sociales y económicos. Así, por ejemplo, las mujeres ricas de antaño debían ser gordas para demostrar que no tenían por qué trabajar y que comían abundantemente. Hoy en día, en los países desarrollados, la obesidad es considerada una especie de epidemia que provoca miles de muertes debido a enfermedades derivadas del exceso de peso. Y eso no vende. Siempre ha habido motivos ocultos detrás de cada prototipo de belleza: si se quiere incrementar el índice de la natalidad el ideal de belleza se forma con caderas anchas y pechos grandes; si se quiere ostentar la condición de clase social dominante se muestra la gordura en tiempos de hambruna o crisis; si se quiere mostrar cuidado de la imagen, selección de alimentos, exaltación de la juventud y tiempo libre para cuidarse físicamente se muestra un cuerpo con unas dimensiones de 90-60-90 con cabellos rubios y aspecto frágil, o cuerpos delgados, casi infantiles; si se quiere mostrar dinamismo, fortaleza física, aventuras y exploraciones varias se presenta un cuerpo más musculoso y un rostro más curtido.

 

De principio de siglo hasta los Años 20

 

En los comienzos del s. XX se formó el ideal de la “Chica Gibson”, un personaje de caricatura que representaba el ideal femenino por aquellos años y que se convirtió en un prototipo a seguir por la mayoría de las jovencitas. Su creador era por supuesto un hombre, el que atribuía a esta belleza los valores y costumbres que los caballeros consideraban las más adecuadas para una dama.

Éstas debían ser de pecho erguido, caderas anchas y nalgas sobresalientes, además de sumisas y obedientes. Poco después nació la mujer con forma de “S”, las que ajustaron la falda para resaltar la figura, los peinados se subieron sobre la cabeza y los sombreros se adornaban con plumas. Para este momento las mujeres comenzaron a crear un nuevo ideal de mujer. La nueva imagen era la de una mujer trabajadora, que luchaba por obtener el derecho a voto y que se inmiscuía en los asuntos que hasta entonces eran privilegio de los hombres. Esta nueva tendencia era representada por vestidos que se alejaron gradualmente del decorado haciendo mucho más simple su confección.

En esta época, la mujer encontraba dos modelos a seguir, cada uno con sus pros y sus contras. Por una parte el de la mujer la glamorosa y sensual; desinhibida y dueña de sí misma, que no necesitaba de los hombres para desenvolverse en el mundo, y de la cual éstos se enamoraban. Por otra parte, el de una mujer una inocente, tímida, buena y, no muy agraciada.

En los años veinte se produjo un cambio crucial, la mujer común, en principio identificada con la protagonista buena e inocente, debió enfrentarse, al menos indirectamente, con la Primera Guerra Mundial. Con el transcurrir de la década, poco a poco se fue haciendo menos inocente, más audaz y desinhibida; incluso un poco más mala.